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¿Crisis en los actores políticos tradicionales?

23/10/2014 - PorticoLegal
Areas Legales: Constitucional
¿Crisis en los actores políticos tradicionales?

Por: Francisco de la Hoz Rodríguez. Doctor en derecho. Licenciado en ciencias políticas

I CONCEPTUALIZACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Puede señalarse, en primer lugar, como los partidos políticos son organizaciones centrales en la democracia, De hecho, muchas veces se tiende a denominar a ésta como “democracia de partidos”, de la misma manera que a los Estados organizados democráticamente muchas veces se les califica como “Estados de partidos”. 1

Curiosamente, tienen un considerable desarrollo en el origen del liberalismo, que manifestaba como doctrina una marcada desconfianza hacia los partidos a causa de su incipiente individualismo. Se veía en ellos la defensa de los intereses particulares, y que su actividad se oponía al interés general. Luego la crítica se basaba en que creaban redes clientelares que favorecían la corrupción y el buen gobierno (desde finales del siglo XIX al periodo de entreguerras).2

En cuanto concepto, señala Sartori que no dejan de ser la evolución natural de lo que anteriormente se calificaba como “facciones”, y el cambio de un término a otro vino dado de las connotaciones “odiosas” que el primero generaba.3 Sin embargo, la división entre “partes” (o facciones), se ha dado a lo largo de todo el continuum histórico, aunque de formas muy diferentes a las actuales.4

Los partidos políticos, nacidos en Occidente y posteriormente extendidos por todo el mundo, son organizaciones esenciales, en cuanto su faceta de canalización de las demandas de los ciudadanos y la facultad de representación de estos, aspectos que han sufrido una considerable evolución desde su origen, adaptándose de una forma u otra a los cambios sociales. Estas transformaciones de los partidos han sido a menudo cuestionadas, a veces a causa de un excesivo protagonismo en la vida política por parte de los propios partidos, existiendo demandas por parte de la ciudadanía de otros cauces de mecanismos participativos. Independientemente de todas estas apreciaciones, fueron criticados y postergados por determinadas posturas antidemocráticas del siglo XX, como llegaron a ser el comunismo, el fascismo, el autoritarismo militar o el corporativismo.5

A día de hoy parece poco menos que inconcebible que en los Estados modernos actuales pueda existir una vida política sin los partidos. Su ausencia en las sociedades actuales únicamente se da en pequeñas sociedades tradicionales en el Golfo Pérsico y algunos regímenes autoritarios aislados que los prohíben aún a día de hoy. Sin embargo, pese a su papel central en la democracia, en absoluto se trata de unas instituciones que gocen de algún tipo de reverencia, alabanza o veneración, de hecho, a día de hoy la desconfianza y la insatisfacción son (entre otros) los sentimientos centrales de una gran parte de los ciudadanos hacia esta clase de organizaciones. 6

Así, no cabe duda de la importancia de los partidos políticos en la literatura politológica moderna, en cuanto si importancia para la vida pública, especialmente en los Estados democráticos, aunque no solamente en estos. Cabe señalar como la proliferación de estas obras al final del siglo XX, llegándose a escribir más de doce mil obras relativas a estos actores políticos.7 Así, el concepto de “Estasiología” se refiere a la parte de la Ciencia Política que se ocupa, en concreto, de los partidos políticos, la cual a su vez se liga con otras ramas como la Historia, el Derecho o la Sociología.8

Las relaciones entre los partidos y el Estado no siempre se han concebido de manera pacífica, pues en un inicio cabía considerarlos como una oposición al poder del monarca o del gobernante, o incluso que ponían en peligro los valores individualistas del régimen liberal. Así, pueden considerarse cuatro fases esenciales en esta relación, abierta hostilidad, indiferencia, legalización de algunas actividades y finalmente incorporación de los partidos a la maquinaria estatal.9

Los partidos políticos también suponen una clara manifestación de “pluralismo” en sentido político, entendido como “diversificación de poder” y como existencia de una pluralidad de grupos tan independientes como no inclusivos. Este pluralismo representa una manifestación del “disenso”, concepto que puede considerarse a medio camino entre los de “consenso” y “conflicto”. También el pluralismo está claramente identificado con la “regla de la mayoría”, pero no en cuanto la existencia de una dictadura de la mayoría –que sería todo lo contrario-, sino en el sentido de “principio regulador para la toma de decisiones”.10

Es concebible la existencia de partidos en regímenes que no sean liberales o no democráticos, aunque seguramente se trate de estados de partido único, o que se permita la existencia de partidos que no tienen posibilidad alguna de llegar al poder, pero que están permitidos de cara a una legitimación del sistema.11 De cualquier forma, dentro de los partidos gobernantes en sistemas de partido único suelen existir subdivisiones y facciones, en ocasiones claramente enfrentadas.12

Apunta Panebianco dos tipos de prejuicios comunes a la literatura sobre partidos políticos: el primero es “sociológico”, y se refiere a creer que las actividades de los partidos son resultado de las demandas de los grupos sociales a los que representan, de forma que los partidos no dejan de ser manifestaciones en el ámbito político de las divisiones sociales. Así, la relación existente entre los partidos y las divisiones sociales es mucho más compleja, y las características de la representación hace aún más difícil la simplificación. De hecho, muchas veces la propia organización interna del partido manifiesta claras desigualdades.

El otro prejuicio fundamental es el “teleológico”, y consiste básicamente en atribuir fines a priori a los partidos, los cuales se convierten en modus vivendi de los mismos. Este prejuicio no tiene en consideración que el fin fundamental de los partidos es la obtención de votos y la consecución del poder, de lo cual puede derivarse un cierto “simplismo” en esta perspectiva.13

Dar una definición de “partido político” es algo más complicado de lo que puede parecer a primera vista. Es necesario tener en cuenta una serie de matices a este respecto, como los objetivos de los partidos, que no tienen que ser necesariamente llegar al poder, pueden ser tratar de disolver un Estado existente o derrocar un régimen vigente, incluso el hecho de tratar de ridiculizar la actividad política. Además, los procedimientos que utilizan no son siempre de naturaleza pacífica. Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, la definición que propone Ware es:

Un partido político es una institución que a) busca influencia en el seno de un Estado, a menudo intentando ocupar posiciones en el gobierno y b), puesto que normalmente defiende más de un único interés social intenta, hasta cierto punto, “agregar intereses”.14

Esta definición puede implicar esencialmente dos complicaciones. En primer lugar los partidos engloban espectros de opinión muy amplios, lo cual puede llevar a divergencias en su seno. Por otro lado, determinados partidos surgen en torno a un líder carismático, lo cual puede conllevar que independientemente de la admiración hacia este la ideología o intereses en el interior del partido pueden ser abiertamente difusos.15 Pese a estas precisiones, los tres elementos básicos y presentes habitualmente en estas instituciones son organización, voluntad para alcanzar el poder político e ideología, la cual se plasma de forma articulada en un proyecto político expresado en algún tipo de programa.16

Sartori también define los partidos políticos, de modo que todos ellos sean englobables y tratando de ser funcional:

Un partido es cualquier grupo político identificado con una etiqueta oficial que presenta a las elecciones, y puede sacar en elecciones (libres o no) candidatos a cargos públicos.17

Esta definición es aplicable tanto a los partidos de sistemas de partido único como a democracias liberales. No entra en la representación de intereses, aunque sí sostiene la necesidad de un programa o ideología (etiqueta oficial). También, frente a la de Ware, maneja la faceta electoral frente a la pretendida influencia en el Estado.

Downs también hace una definición del concepto, más orientada hacia la dimensión electoral y en el objetivo del gobierno:

Un partido político es un equipo de personas que tratan de controlar el aparato del gobierno mediante el poder conseguido en unas elecciones constitucionalmente correctas.18

Tienen los partidos políticos atribuidas una serie de funciones dentro de la sociedad actual. Pueden destacarse multitud de estas, el listado no es exhaustivo:

  1. Función programática, contribuyendo a crear y mantener la conciencia y debate políticos, garantizando así que la opinión pública esté correctamente informada. Los partidos presentan opciones distintas en sus programas y en las elecciones se optan por estas. Esta función puede también relacionarse directamente con la socialización política y creación de opinión, lo cual ha perdido importancia en los últimos tiempos.

  2. Función de reclutamiento político: los partidos seleccionan de entre sus miembros a los candidatos a ocupar puestos públicos, creando lo que podría calificarse de “elite política”.

  3. Función de organización de los elegidos: realizan los partidos un encuadramiento horizontal, y asegurando el contacto entre elegidos y electores por medio de las sedes locales o las oficinas parlamentarias.19

  4. Armonización de intereses: canalizan los partidos en sus programas los intereses parciales de los diferentes sectores sociales, para así consolidar un programa amplio, global y con un componente de consenso. Esta función hay que relacionarla con la homogenización de la sociedad, el aumento de la complejidad de esta y con una mayor rentabilidad electoral.

  5. Canalización de las peticiones de la población hacia los poderes, convirtiéndose así en vehículos de expresión política, en representantes de intereses y en instrumentos para trasladar estos intereses hacia las instituciones políticas.

  6. Función de reforzamiento y estabilización del sistema político, con la excepción de los partidos antisistema.20

  7. Función de socialización política, la cual comparte con la familia, la escuela o los medios de comunicación, entre otros.21

En cualquier caso, cabe destacar la importancia de los partidos políticos en la faceta de “conductas de expresión”. Son medios de representación, instrumentos que ayudan al pueblo a representar sus exigencias, y en su desarrollo han servido para comunicar a las autoridades los deseos del pueblo (y viceversa). Así, encuentran su verdadera razón de ser dentro del gobierno representativo en el hecho de servir como cauces de expresión durante el proceso democratizador que se inicia con el liberalismo.22

Por tanto, puede resaltarse su importancia en lo relativo al papel de comunicadores, relacionada con la faceta de canalización. Todos los sistemas políticos tienen comunicación política, lo cual posteriormente deriva en la canalización, en una fase posterior y más específica. Un subsistema de partidos vincula a un pueblo con su gobierno al proporcionar un elemento de comunicación que sirve para controlar al Estado. Si no existiera un mercado de partidos, la voz podría ser silenciada con cierta facilidad.23

Solamente los partidos políticos pueden garantizar un grado de homogeneidad en los diferentes mensajes electorales, de cara a que estos puedan ser reconocibles (con un grado de analogía). Los mensajes de un partido no suelen diferenciarse entre sí, pese a que los planteamientos de las personas que los componen sí pueden variar.24

Por otra parte, los partidos políticos son susceptibles de ser estudiados según los factores determinantes de estos, lo cual, a su vez, ha de combinarse en el momento de realizar su análisis con la dimensión de “capacidad de adaptación” (mayor o menor). Estos tres factores son los sociológicos, los institucionales y los competitivos. Es cierto que esta reducción a tres únicos factores es altamente susceptible de caer en la simplificación.

Los factores sociológicos inciden fundamentalmente en explicar los fenómenos políticos por medio de los condicionantes sociales subyacentes. Así, las instituciones, según estos factores, serán medios intermediarios, lo verdaderamente importante será el modelo de conflicto social existente en un país determinado.

Mientras, los factores institucionales plantean la importancia de las instituciones en la vida política de un país, que serán las que en última instancia configuren los partidos y el sistema de partidos. Las luchas políticas estarán siempre mediatizadas por el escenario institucional en el que se produzcan.

Finalmente, el enfoque de los factores competitivos puede considerarse una variante del institucional, por negar importancia alguna a los elementos sociológicos, pero este enfoque se centra exclusivamente en la competición, dejando al margen otras consideraciones del anterior. Los partidos responden a la demanda de competición, teniendo cada uno sus intereses propios que responden a la lógica de la competición por los votos. Este enfoque es únicamente aplicable a las democracias liberales.25

Downs, desde un planteamiento económico de la democracia, destaca como los partidos “formulan políticas para ganar elecciones”, no tratan de “ganar elecciones para implantar políticas”.26

Acerca del origen de los partidos se refirió Maurice Duverger en los años cincuenta. Hasta 1850, se califica como tales a diversas organizaciones, cuya función era conquistar el poder político y tener capacidad para ejercerlo. En ese momento, sólo en los Estados Unidos existían este tipo de instituciones en sentido actual. Un siglo después se habían extendido ya a la práctica totalidad de las sociedades modernas. Destaca así el origen electoral y parlamentario de los partidos, en el cual las ideologías políticas son la base esencial en la creación de estos (aunque la práctica no siempre corrobora esta hipótesis) de los partidos creados por medio de una intervención exterior; así, parten de una organización previamente existente, como una sociedad de pensamiento, un periódico, un club popular, etc., para de ahí dar el salto a la arena electoral. En cualquier caso, no hay una distinción nítida, no hay dos formas de surgimiento claramente distinguidas entre ellas, sino que existen una cantidad notable de zonas intermedias entre ambas posibilidades de nacimiento de la organización de un partido político.27

Panebianco cree que esta distinción entre origen interno y origen externo de los partidos políticos no puede constituirse en la vertebración del análisis de los mismos, y crea un modelo más complejo, diferenciando tres factores. El primero está relacionado con la forma con la que se inicia y se desarrolla la construcción de la organización, que puede ser por penetración territorial, por difusión territorial, o por una combinación entre ambas modalidades. El segundo factor es la presencia (o no) de una institución externa que “patrocine” el origen del partido, lo cual deriva en distintos tipos de lealtades, diferenciándose según este criterio entre partidos de legitimación externa y de legitimación interna. El último factor que considera Panebianco es si el partido deviene o no de algún líder carismático.28

Los partidos políticos son susceptibles de diversos tipos de clasificaciones. Seguramente la más importante les encuadra en diversas familias espirituales, que señala los orígenes de estos, y que ha sufrido ciertas evoluciones, de tal manera que cabe preguntarse si siguen teniendo sentido hoy en día. Seguramente sí, pero quizá el factor ideológico ha podido volverse más “difuso” en las últimas décadas.29 Estas familias clásicas serían:

  1. Partidos liberales: creados en el siglo XIX, trataban de defender los intereses de la burguesía frente a los de los grandes terratenientes. Creían en la separación entre sociedad y Estado, y querían acabar con las restricciones de este sobre la producción de bienes y su comercialización. En el siglo XX tuvieron que realizar considerables modificaciones en su ideología, con el objetivo claro de atraer votantes.

  2. Partidos conservadores: surgieron inicialmente en contraposición a los liberales, para defender los intereses de los terratenientes y el clero. Reacios al cambio social, y con un componente “paternalista” en sus políticas, tuvieron que adaptarse aún más que los liberales a los cambios producidos en la sociedad en el siglo XX, muchas veces se les califica como neo-liberales, aunque existen claras diferencias en lo matices.30

  3. Partidos socialistas y socialdemócratas, que orbitan sobre la clase trabajadora. Su ideología ha sufrido una notable transformación a lo largo del siglo pasado, pasando a apoyar las estructuras democrático-liberales. En un inicio estaban fuera de las Cortes, por ser contrarios a estas ideológicamente. Se les atacó en este momento por su componente revolucionario, además de ser estigmatizados por ser un movimiento internacional.31

  4. Partidos demócrata-cristianos: se volvieron una fuerza poderosa tras la II Guerra Mundial. Mezclaban valores católicos y pragmatismo electoral, más conservadores en el terreno social que en el económico. Tras la II Guerra Mundial se volvieron partidarios de un intervencionismo estatal en materia económica, pero en la década de los 70 promulgaron por disminuirlo.32

  5. Partidos comunistas: surgen como imitación al Partido Comunista Soviético, y evolucionan hacia el “eurocomunismo”. Creen en la propiedad estatal de los medios de producción. Mair señala como tras la caída del Muro de Berlín se ha visto su decadencia y eclipse, de tal forma que se ha perdido cualquier referencia de partido anti-sistema de izquierda.33

  6. Partidos agrarios, surgidos cuando la industrialización y la depresión económica provocaron descontento entre el campesinado a finales del siglo XIX e inicios del XX. Por lo general se encontraban escorados hacia la derecha en el espectro político.

  7. Partidos regionales o étnicos, representantes de minorías significativas que por lo general hablan lenguas distintas. También habitualmente se suelen escorar hacia la derecha, aunque existen excepciones.

  8. Partidos de extrema derecha: su punto de origen suele ser el fascismo. Son, con mucho, los más complicados de encuadrar en una “familia espiritual” por su heterogeneidad.

  9. Partidos ecologistas: han sufrido una clara evolución hasta convertirse en una “nueva izquierda”.34

Así, dentro de la propia organización de los partidos políticos han convivido tradicionalmente burócratas (en cuanto operan en el seno de una organización), y profesionales independientes, que se manejan dentro de las profesiones liberales.35 Sin embargo, esta distinción, a día de hoy, no parece clara, en cuanto ambos papeles se vuelven cada vez más entremezclados, esto provocado en gran parte por la propia evolución de los propios partidos en las últimas décadas.

Cuestión controvertida en lo relacionado a las organizaciones de los partidos políticos es la de su financiación, dado que a este respecto coexisten diferentes factores de gran complejidad. Existen diferentes modelos y formas, pudiéndose distinguir entre una financiación privada y una pública, que considera a los partidos como parte de la propia estructura del Estado y por tanto, es necesaria la intervención económica en estos.36 Este tema da lugar a muchas situaciones complejas e irregulares, que van más allá de lo que es un tema de mera representatividad, aunque sí expresamente relacionado con lo que se podría denominar como “higiene democrática”.

También puede señalarse como la configuración y la estructuración de los diferentes partidos dentro de una organización estatal determinada da lugar a “sistemas de partidos”, con la existencia de abundantes modelos de estos.37 Así Sartori cree que más importante que el número de partidos que componen un sistema concreto, es la fragmentación del propio sistema, o la distancia ideológica entre unos y otros.38 Las diferencias en las propiedades específicas entre los partidos y sus sistemas son bastante claras, y ambos constituyen estructuras diferenciadas.39

Conforme al número de partidos del sistema, podrá ser bipartidista puro (modelo que no es precisamente abundante), de pluralismo limitado (hasta cinco partidos) o de pluralismo extremo (más de cinco partidos). Según la distancia entre los grandes partidos, el sistema será moderado (distancia ideológica relativamente corta) o polarizado (distancia ideológica relevante). Dado que el pluralismo polarizado también es un caso de estudio que consta con un número de ejemplos escaso, al igual que el bipartidismo puro, la mayoría de supuestos se encuadran dentro de un pluralismo moderado.40

En cualquier caso, para que un partido pueda considerarse incluido dentro del sistema de partidos de una organización estatal en abstracto, pueden señalarse dos criterios fundamentales:

  1. Potencial de coalición: un partido ha de haber estado, al menos una vez, en una coalición que haya formado parte del gobierno.

  2. Potencial de chantaje: un partido ha de afectar a las tácticas de competición de los demás partidos que formen parte del sistema.41

Así, parece clara la importancia y el papel de los partidos políticos en las democracias actuales. Sin embargo, en los últimos tiempos se vuelven a menudo protagonistas por prácticas irregulares que pueden cuestionar su actuación, además de vivir en un modelo democrático y social que cada vez reclama más participación y una canalización diferente de las demandas sociales. Es necesario ver toda la evolución futura de esta situación, además de ser capaces de indicar en qué momento se encuentran ahora las “democracias de partidos”.

II LOS PARTIDOS DE CUADROS

Es el primer modelo histórico en la existencia de los partidos políticos.42 Pueden señalarse diferentes interpretaciones sobre su origen; como concepto (sin utilizar el término “partido”) surge en el siglo XVI, pero que empieza a poseer operatividad en el siglo XVIII con Bolingbroke. En cualquier caso lo que parece claro es que su desarrollo está ligado al del parlamentarismo y al sufragio censitario. Hablando estrictamente del origen del término “partido”, puede decirse que deviene del siglo XVII, que es cuando “entra de forma significativa en el diccionario de la política”, y lo hace del latín, del verbo partire, el cual significa dividir. Tiene relación en su inicio con la palabra “secta”, y como se ha indicado anteriormente, es una continuación del concepto de “facción”.43

Los primeros partidos políticos trataron de reunir personas notables, con prestigio, fortuna o influencia con el objetivo de atraer votos y sufragar los gastos de las campañas electorales, en ocasiones con relaciones de clientelismo, rehuyendo de las adhesiones multitudinarias. En estos partidos el papel dominante corresponde más a los parlamentarios que a los dirigentes.44 Otra característica fundamental es la flexibilidad de su estructura interna y la autonomía de los comités locales, la descentralización era manifiesta, (y su bagaje ideológico escaso),45 de tal manera que los notables gozaban de un amplio margen de maniobra en su distrito, financiando así las diferentes actividades del partido en sus respectivas zonas de influencia.46 También otro rasgo es la debilidad, por no decir prácticamente ausencia, de una organización central en el partido.47

En relación con esto, señalaba Duverger como las diferencias principales de los partidos de cuadros con los modelos siguientes se fundamentaban, sobre todo, en el tipo de estructura, puesto que estos partidos de notables trataban de conseguir prestigio y mantener el contacto con los electores, mientras que en los modelos siguientes destacaban las figuras de los técnicos. Así, la diferencia de infraestructura social y política es manifiesta.48

A finales del siglo XIX en España e Italia se conforma su propio estilo de partidos de cuadros, basados en el caciquismo y en el transformismo, aunque las diferencias con los modelos del resto de países occidentales no son especialmente sustanciales, habiendo considerables coincidencias.49

Las ideologías que defienden los partidos de cuadros son, básicamente, la absolutista y la liberal, pues las restantes tipologías de partidos están en fase embrionaria cuando empiezan a surgir estas formaciones políticas.50 Sin embargo, en muchas ocasiones este tipo de partidos no se adscribía a una corriente ideológica de forma explícita, a menudo estaban más interesados en la defensa de intereses sectoriales (e incluso individuales).51 Ostrogorski fue extremadamente crítico con los partidos en este momento, en cuanto llegó a decir que el gobierno se ponía de lado de los intereses particulares y que si la sociedad avanzaba hacia un nuevo ideal, erraba el camino por completo.52

La confianza de los representados en los representantes era el fundamento esencial de la elección. Esta devenía de las circunstancias personales del candidato, de tal forma que los más votados eran aquellos que empatizaban más con sus vecinos de distrito. El carácter de esta deferencia era estrictamente personal, y en cierta forma resultado de interacciones que no siempre tenían un componente político, en las que lo fundamental era la proximidad y la pertenencia local.53

En este momento la participación política está restringida a unos pocos (estos partidos eran extremadamente selectivos), y no actúan como defensores de intereses de sus electores. Su autonomía de decisión y su independencia es prácticamente total.54 El representante vota según su conciencia y juicio propio. No ha de transmitir ningún tipo de voluntad política creada fuera de las paredes del Parlamento. La figura a la que se asimila es la de “fideicomisario”, en absoluto puede considerársele como portavoz de sus electores.

Esta independencia total del representante está fundada, sobre todo, en el hecho de que la obtención de su escaño se debe mucho más a la reputación personal en el distrito en el cual ha sido elegido que a criterios políticos.55

Otra característica del sistema de partidos de cuadros es el que no siempre fueran coincidentes los temas de discusión entre los parlamentarios y las grandes preocupaciones de la opinión social. En un contexto en que son habituales revueltas y movimientos de fractura (por ejemplo, el cartismo en Gran Bretaña), existe una disociación manifiesta entre la voz del pueblo y la voz en las Cortes, que se constituyen en centro de debate en el cual, como señala Manin, eran esenciales los intercambios de opinión y que las votaciones realizadas fueran conformes a los debates producidos.56

Cabe destacar un marcado componente elitista en esta situación, aunque éste no tiene un componente especialmente democrático, más bien procede del prestigio social.57 De cualquier forma, no se puede hablar aún de democracia, y la igualdad no se concebía en la sociedad de manera alguna a como se hace en la actualidad.

III LOS PARTIDOS DE MASAS

El modelo de partidos de cuadros se transforma a finales del siglo XIX con la aparición de los “partidos de masas”, los cuales llegarán a coexistir durante décadas con los anteriores.58 En un período de mayor conflictividad social, fueron fundamentales en este cambio de modelo la ampliación del sufragio y la aparición de movimientos socialistas, dando paso a lo que se ha denominado “democracia de partidos”. La importancia de los candidatos individuales disminuye ostensiblemente, ahora prima un partido con una fuerte ideología claramente definida, la cual es reflejo de los conflictos políticos, sociales y económicos de ese momento.59 Así, ya el voto del ciudadano ya no irá dirigido a un personaje notable, sino hacia los colores de un partido con características ideológicas marcadas.60 La fortaleza de este tipo de partidos como instituciones es señalada por Panebianco.61

Aunque el partido de masas aparece en principio vinculado a las organizaciones de ideología socialista, al final el modelo se acaba extendiendo a otros partidos, como los comunistas, los fascistas y algunos demócrata-cristianos.62

Duverger se convirtió, hace más de cincuenta años, en uno de los primeros defensores de este modelo de partidos. Los diferenciaba de los partidos de notables en el mecanismo formal por el cual un individuo se adhería a la organización, mediante la firma y el pago de una cuota anual, con el cual se sufragaban los gastos del partido.63

Ahora los representantes defienden los intereses del partido, más que a los de sus votantes. La disciplina del voto es férrea, especialmente si se compara con la de los partidos de cuadros, y existe una clara dependencia hacia la figura del líder, aunque disminuye la importancia de los candidatos individuales a representantes de distrito o parlamentarios. Los programas tienden a volverse cada vez menos vinculantes, dado que los líderes del partido requieren de un mayor grado de autonomía cada vez para establecer los compromisos propios de su actividad.

Prueba del alto grado de ideologización de los partidos de masas es el hecho del alto grado de estabilidad electoral en este modelo, como consecuencia, entre otros factores, del hecho de que el voto ya no va a una persona, va a un partido. El individuo tiende a votar según su adscripción ideológica y lugar en la escala social, por todo lo cual la dirección del voto extrañamente varía, pues puede haber cambios en el candidato, pero en el partido esto es más complejo.64

Los propios partidos empiezan a ser los encargados de la organización de las elecciones y del control de las campañas. Se vuelven una especie de “vehículos transmisores” de la opinión pública, con la presencia de una oposición institucionalizada que realiza la función de “sobrepeso” de sus intenciones. Dado que en el parlamento prima la disciplina de partido, la discusión política sólo existe en el seno de los propios partidos.65 Por otro lado, desaparece cualquier tipo de vínculo directo entre representantes y votantes, la relación se vuelve completamente impersonal, y esta desaparición se pensó en aquel momento que podía significar el final de la representación política.66

Tienen una gran importancia en el nacimiento de los partidos de masas los partidos socialistas, pues orientaron su organización hacia una participación masiva de los sectores sociales marginados hasta entonces, los cuales ahora tenían la capacidad de influencia en el sistema político. De esta forma se potencia el reclutamiento de más miembros, en parte porque esto facilitaba su financiación, careciendo de otras fuentes de recursos. De esta forma individuos con un nivel de formación relativamente bajo entraran en la organización del partido, los cuales recibían una educación y un reciclaje por parte de éste.

Su disciplina fuerte, el alto grado de ideologización, su marcada jerarquía, se estructura centralizada, su actividad continua y el entramado de la organización del partido, que requería una dedicación constante de una parte de su militancia, todo lo cual provocó el surgimiento de unas burocracias en su seno, con tendencias abiertamente oligárquicas.67

En relación con esto, puede señalarse como elemento definitorio de los partidos de masas la aparición de un grupo de dirigentes interiores, los denominados “funcionarios de partido” (y los activistas), que tendrán predominancia clara frente a los parlamentarios, en cuanto no son partidarios del “parlamentarismo burgués”. Esto es derivado de que la rigidez de la organización de estos partidos es más que considerable, sobre todo en comparación con las organizaciones de cuadros. Estos funcionarios (o “burócratas de partido”) tienden a vivir más de la política que para la política.68

Se convierte en necesaria una continua educación política de los militantes, con un grado elevado de adoctrinamiento. Son habituales las reuniones con los militantes de base, incluyendo cursos de formación política para estos. A través de los congresos, tanto de carácter nacional como local, tratan de elegir democráticamente a los candidatos del partido para las elecciones.69

Los partidos conforman la opinión pública. La expresión de ésta se estructura mediante divisiones partidistas. Todas las asociaciones y los medios de comunicación están integrados en algún partido. Aunque un ciudadano se informe, suele conocer únicamente la opinión de los medios que “pertenecen” a un partido, lo cual ayuda el fenómeno anteriormente señalado de la estabilidad electoral, cualquier división en la opinión pública es paralela a la división entre los partidos. Todo esto provoca que un ciudadano, por sí sólo, no sea capaz de hacer oír su voz de ninguna forma; no existen opiniones independientes.70

Otro factor a destacar de los partidos de masas es el hecho de que éstos, al menos desde un planteamiento práctico, ya no defienden los intereses del conjunto de la nación, sino únicamente del segmento social al cual representan, lo cual rompe con la teoría tradicional de la representación.71

El Parlamento deja de ser foro de debate. Los representantes jamás cambian de opinión a lo largo de la discusión parlamentaria, es más, no pueden hacerlo, porque el partido no se lo permite. Todas las decisiones son tomadas previamente a las debates. Los partidos no toman en consideración los puntos de vista de los partidos rivales, evidenciándose la ruptura con el parlamentarismo.72

Existen considerables diferencias entre los diferentes modelos de partidos de masas. Así, el subtipo socialista acaba aceptando el parlamentarismo, su elemento de base es la sección, que agrupa a los miembros del partido según su lugar de residencia. El comunista se forma alrededor de la célula, que tiene menos miembros que la sección socialista. El subtipo fascista es extremadamente centralizado, rígido y jerarquizado, y la figura del líder es más importante que en los otros dos subtipos. Su milicia, como indica Ware, estaba pensada para realizar actividades que no acababan de encajar en la política convencional, habitualmente relacionadas con el uso de la violencia.73

Tras la II Guerra Mundial, estos partidos tratan de adaptarse a las nuevas circunstancias sociales existentes, y surgen otros modelos nuevos que tienden a mantener determinadas características de los partidos de masas, aunque con diversas novedades que responden a las necesidades del momento.

IV LOS PARTIDOS ATRAPA-TODO (CATCH-ALL-PARTY)

Las continuas transformaciones sociales dan lugar a nuevo cambio de modelo de partido, en el que la ideología pierde su papel de encuadramiento moral, volviéndose plenamente hacia la arena electoral, en cuanto el su único objetivo es la victoria en las elecciones, procurando a su vez tener una audiencia lo más amplia posible.74 El concepto de partido atrapa-todo o catch all party lo acuña Otto Kirchheimer, que señala como la “satisfacción del ideal” de esta clase de partidos está limitada por su “tradición de la estructura social”.75 Así, quizá todos los partidos no adoptarían este modelo, pero un éxito inicial llevaría a otros partidos a imitarlo.76

Con origen tras la II Guerra Mundial, esta transformación no opera sólo sobre los partidos tradicionales con integración democrática, sino que también sobre los sucesores de los partidos burgueses de tradición individual, es decir, los que aún mantienen la tipología de los partidos de cuadros.77 Aparecen sobre todo por la necesidad de ampliar el espectro de representación, en relación con la evolución de la democracia en ese momento.78 En un primer momento, este tipo de partidos parecía que iba a ser algo meramente transitorio, pero la realidad fue más compleja.79

Su aparición se debe a una serie de factores, como son la disminución de las bases tradicionales en los partidos de masas, el paso de una sociedad conflictual a otra sociedad en la que es más importante en consenso, la estructura social y económica, que disfraza las diferencias entre los estratos sociales, la personalización del poder, favorecida por los medios de comunicación, así como la desideologización y despolitización en los propios partidos, los cuales tratan de adaptarse a la nueva situación existente. Este proceso se inicia posteriormente a la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de “Guerra fría”, aunque llegan a convivir con los modelos anteriores, desarrollándose en todo el espectro político. Un ejemplo típico de esta evolución es el Partido Socialdemócrata de Alemania.

Este modelo ya no absorbe ni integra al ciudadano, ni tiende a limitarle ni anularle en su identidad partidista, pues tiende a relacionarle en una serie de redes políticas como asociaciones o grupos de presión. Derivado de la característica de “consenso”, el partido atrapa-todo puede profundizar en la democracia representativa en cuanto favorece el correcto funcionamiento de una mayoría de las instituciones, dando también lugar a una serie de lealtades y de compromisos imposibles de imaginar en el modelo de los partidos de masas, además de lograr una mayor alternancia.80

Por una parte, sus programas carecen de rigidez ideológica ni doctrinal, con el objetivo de atraer al mayor número posible de votantes, aunque pierden militantes. Aunque no pueda llegar a calar en todos los segmentos sociales, sí araña votos de la práctica totalidad.81 Por otra parte, dirigen su actuación hacia cualquier votante potencial. Su poder reside en las elites procedentes de fuera del partido, perdiendo fuerza las figuras del “activista” o del “burócrata de partido”.82 De cualquier forma, el papel de la elite dirigente es mucho mayor.83 No sólo por esto, el cambio en el funcionamiento interno del partido es sustancial; el conflicto aparece fundamentalmente dentro del interior del partido, más que hacia fuera con sus competidores electorales.84

Con un componente de marcado pragmatismo, responden mejor a los imperativos del momento, adoptando estándares de selección de liderazgo relacionados con el propio sistema de valores de la sociedad, pero no especialmente en conexión con los propios principios imperantes en la organización política concreta.85

Cree Panebianco que los cambios en la estructura social están íntimamente relacionados con el surgimiento de este nuevo modelo, en cuanto las diferencias de clase se vuelven casi irrelevantes. También destaca como característica de los partidos atrapa-todo su debilidad en las relaciones partido electorado y su débil implantación social.86

La evolución de los partidos políticos desde los años setenta (aproximadamente) ha llevado a un nuevo modelo de organización, que mantiene ciertos elementos esenciales del partido atrapa-todo, como es el partido cartel, término ideado por Katz y Mair,87 en el cual es fundamental el desarrollo de los medios de comunicación, especialmente la televisión, la ideología se vuelve aún más difusa y las realidades de partido y Estado están abiertamente entremezcladas.88

En los últimos años este tipo de partidos ha avanzado hacia una cierta crisis, marcada básicamente por un menor grado de liderazgo, imaginación y falta de integración, generalizándose a su vez fenómenos como el de la corrupción, el desencanto o las prácticas clientelares.89 Así, hay una cierta tendencia a la dominación de las instituciones públicas por parte de los partidos, cambiando la redistribución de los recursos financieros, así como la organización del personal y el hecho de orientarse cada vez más a la obtención de cargos públicos.90

V LOS GRUPOS DE PRESIÓN Y SU FUNCIÓN EN LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

Además de los partidos políticos, el otro actor fundamental en las democracias actuales son los denominados “grupos de presión”. La teoría moderna de los sistemas políticos les atribuye la facultad de articulación de intereses, mientras que a los partidos se les reserva la de agregación, aunque la práctica es más compleja, como indica Von Beyme. Sí es cierto que la gran diferencia entre ambos (partidos y grupos de presión) es que los primeros están más orientados hacia las pautas competitivas, los grupos de presión no, sus pautas de comportamiento son más complejas.91

Su acción fundamental consiste en el desarrollo de actividades y en una acción de móviles de acción, de tal forma que sirven como mecanismo de articulación de intereses políticos, económicos y sociales. Esto les permite intervenir con fuerza notoria sobre el sistema político para tratar de conseguir los fines que pretendan, los cuales pueden llegar a ser muy variados.92

Así, carecen de la voluntad de tomar el poder, fundamentándose en una solidaridad parcial. Pretenden influir sobre quien ostenta el poder político, de tal forma que se tomen decisiones que favorezcan sus intereses, que habitualmente son específicos. En cualquier caso pueden considerarse como elementos constitutivos la existencia de un grupo organizado, la defensa de un interés, el cual puede ser material o de carácter moral, y el ejercicio de una presión sobre el poder. En esto último radica la gran diferencia con los grupos de interés, los cuales no tienen el elemento de “presión” sobre los poderes públicos. Todo grupo de interés tiene la capacidad potencial de convertirse en grupo de presión si trata de ejercer su influencia ante la Administración.

Tienen algún tipo de analogía con los movimientos sociales, pero mientras estos exigen cambios al poder los grupos de presión actúan sobre éste. En el caso de los movimientos, el nivel de conflictividad puede llegar a ser mucho mayor. Sus objetivos también son diferentes, en los grupos de presión, básicamente, son que el poder –especialmente el político- opere según sus intereses93, en los movimientos sociales están bastante más focalizados (independientemente de que estos tienen también como propósito el mantenimiento de la identidad colectiva de sus miembros).

Pueden los grupos de presión considerarse coetáneos de los partidos políticos. De hecho, su génesis también es el liberalismo, al igual que estos últimos. Así, en este momento histórico se empieza a considerar la posibilidad de influencia y presión sobre las instituciones y las estructuras de poder. Pueden considerarse una respuesta al incremento de la distancia entre los centros de toma de decisiones y los ciudadanos. El aumento del intervencionismo estatal en la actividad social fomenta la existencia de los grupos de presión, dado que proliferan las situaciones de promoción o defensa de intereses colectivos ante la actuación de los poderes públicos.94

Destaca Kerbo como determinados grupos de presión forman una red de organizaciones para que sus planteamientos lleguen a la masa social, por medio de publicidad, propaganda, la realización de conferencias o de seminarios, etc. Además, algunos grupos incluso tienen departamentos específicos para tratar de influir en la opinión pública. En ocasiones puede darse la situación que los poderes traten de desacreditar a grupos de presión que actúen directamente en contra de sus puntos de vista.95

Los grupos de presión (así como otras asociaciones de intereses), no se conciben en principio de forma institucionalizada dentro del entramando básico de la democracia, debido a que esta se basa en el principio liberal de representatividad, que encuentra su funcionamiento en los mecanismos de elección. Sin embargo, la complejidad intrínsica de las sociedades modernas implica una necesidad de integrar determinadas opiniones, intereses u opiniones, que suponen una intervención diferente en el proceso político, las cuales habitualmente no están reguladas en su totalidad. Éste será el ámbito de actuación de los grupos de presión, recoger y formar diferentes percepciones e intereses de la sociedad, y así servir como complemento vital de la democracia liberal.

Su aceptación es mucho mayor en el sistema político anglosajón,96 en cuanto está tradicionalmente aceptado el hecho de que sean el elemento dinámico entre las opciones entrecruzadas de las variables políticas, aunque no todos gocen de un favor similar de la opinión pública.

Estos grupos han de contar con el apoyo de los ciudadanos cuyos intereses representan, con los que pueden tener un grado de tensión, que si no es bien gestionada puede generar una pérdida de confianza que puede llevar a su desaparición. El interés común de sus miembros puede ser de origen económico, que es el más habitual, pero pueden ser de carácter distinto, como religioso o cultural, por ejemplo. 97

Se pueden realizar diferentes tipologías de los grupos de presión, puesto que se pueden utilizar diversos criterios:

  1. Según el interés defendido, grupos de interés (o de protección) y grupos de ideas (o de promoción).

  2. Según su naturaleza, se puede diferenciar entre grupos privados y públicos (incluso de naturaleza mixta).

  3. Según sus miembros y la forma de organización, es posible distinguir entre grupos de cuadros y de masas.

  4. Según la posición de la acción en su actividad, se podrá diferenciar entre grupos exclusivos o parciales.

  5. Según su ámbito de actuación, puede haber grupos nacionales o de carácter internacional.

La eficacia de su acción depende de una serie de factores, que pueden ser el número de sus miembros (y su status social), sus recursos financieros, la capacidad de acción colectiva, u otros. Su actuación sobre el poder puede ser directa, más abierta o más tácita, o indirecta, a través de la opinión pública. Los límites de esta actuación variarán según los valores de la sociedad y su cultura política.

Son reconocidos los grupos de presión por parte de los poderes públicos, dada su importancia en la vida política, social y económica, siendo necesario dar publicidad a sus comportamientos, potenciar de alguna forma su funcionamiento interno o fijar instancias de contactos con el poder. En la Constitución Española están reconocidos en el artículo 7, aunque también aparecen indirectamente en los artículos 51, 52, 28 o 131. También tienen algún tipo de plasmación constitucional en la mayoría de países occidentales.98

Pueden tener diferentes grados de relación con los otros actores políticos fundamentales, los partidos políticos, que puede ser de subordinación, bien de los sindicatos a los partidos, o incluso al revés, de cooperación de igualdad en determinadas situaciones especiales o de oposición abierta entre ambas organizaciones.

En el momento de establecer su papel dentro de la teoría democrática, diversas corrientes de pensamiento en los últimos años los consideran como instrumentos de la democracia directa, aunque cabe destacar que este argumento es de imposible realización, como destaca Rubio Núñez.99

Pueden señalarse como funciones primordiales de los grupos de presión, de forma no exhaustiva:

  1. Constituirse en fuente de información para las instancias decisorias.

  2. Pueden favorecer un cierto “asentimiento-participación”, pues pueden ayudar a la aceptación de las decisiones por sus destinatarios, lo cual favorece claramente al consenso.

  3. Un cierto grado de canalización, racionalización y ordenación de las reivindicaciones.

  4. En ausencia de los partidos políticos, pueden llegar a realizar ciertas funciones que estos realizarían en condiciones de normalidad.100

Pedro de Vega matiza como, pese a su plasmación legal y constitucional en la mayoría de los ordenamientos europeos, más que clarificar o resolver sus problemas de funcionamiento, lo que se ha conseguido es poner de manifiesto las miserias de una teoría, en cierto modo incapaz de regular la vida real.101

Así, los grupos de presión son el otro modelo fundamental de actor político dentro de las democracias actuales, interactuando, y en cierto modo completando, aunque su función es cualitativamente muy distinta a la de los partidos políticos, con los que mantienen relaciones muy variadas.

VI LA POSIBLE CRISIS EN EL MODELO DE REPRESENTACIÓN ACTUAL

Todas las democracias modernas son representativas por naturaleza. Se fundamentan en la sociedad, aunque por momentos históricos lo hicieron en la divinidad. Incluso los sistemas no democráticos han tratado de mostrarse como representativos. En toda su evolución desde el inicio del Parlamentarismo la representatividad ha legitimado el sistema de gobierno de los Estados liberales, en cuanto ha sido el vínculo y la garantía de continuidad entre estos y la democracia.102 La representación no es facultad exclusiva del Parlamento; implica cualquier sede en la que se tomen decisiones colectivas, como por ejemplo un ayuntamiento o una provincia.103

La representación no puede existir si el representante no siente ningún tipo de expectativa de los representados, si no se plantea lo que sienten estos, con algún tipo de vinculación. No es únicamente una “idea”; es, ante todo, un “deber”.104

Los partidos políticos canalizan las demandas sociales, y son instrumento fundamental en el sistema representativo propio del sistema político liberal, pero quizá su papel protagonista se haya vuelto excesivo, pues se ha podido provocar un distanciamiento sobre los ciudadanos corrientes, a causa de una divergencia manifiesta de intereses.

El fenómeno de la “partitocracia” supone una disfunción peligrosa dentro de las sociedades democráticas modernas.105 Se produce cuando la política se hace para los partidos.106 La política se hace desde los partidos y por los partidos, pero seguramente es un error que estos la acaparen, dado que puede completarse desde diferentes ámbitos, y no solamente desde los grupos de presión y los movimientos sociales.

La desconfianza hacia la clase política es evidente, y el problema de identidad entre gobernantes y gobernados no parece resuelto, aunque señala Puhle como los partidos atrapa-todo han podido ayudar a que las estructuras de los partidos sean más transparentes y flexibles, y a un mayor consentimiento y “responsividad” de los ciudadanos sobre el comportamiento de sus gobernantes.107

Así, la “partitocracia” implica la tentación de los partidos de perpetuación en el poder, pudiendo caer en una “espiral incontenible de creerse más allá de los gobernados a los que deben servir”.108 Existe una tendencia en política a actuar de forma con los intereses que esta misma ha creado, los cuales pueden entrar en colisión con los de los ciudadanos.109 Es posible que esta situación se esté produciendo de alguna forma, pero determinados análisis sobre esta relevante cuestión pueden pecar de simplistas.

Una vez realizadas las elecciones y constituidos los gobiernos y los Parlamentos estos poseen un considerable grado de autonomía, dado que (salvo excepciones simbólicas), el mandato imperativo está terminantemente prohibido en las democracias liberales actuales, los representantes tienen una notable independencia. La verdadera rendición de cuentas se produce en las siguientes elecciones. Sin embargo, es complicado encontrar instrumentos técnicos para alcanzar un resultado más apropiado. Así, pueden buscarse grados intermedios entre el mandato representativo y la independencia total del representante, y sería muy positivo una mayor identificación e identidad entre gobernantes y gobernados.110 Los partidos parecen instituciones cada vez más burocratizadas, y su grado de vocación parece evolucionar a ser menor cada vez, de forma inversamente proporcional a su profesionalidad.111

A su vez, indica Bobbio como uno de los defectos de la democracia representativa, especialmente en comparación con la directa, es la tendencia a la formación de pequeñas oligarquías, que son los comités de los partidos.112

Quizá el protagonismo de los partidos políticos en lo relativo a la dinámica electoral sea excesivo. La relación real no es entre representante y representado, es entre elector y partido, y puede llegar a parecer que los propios partidos se muestren como representantes y representados al mismo tiempo.113

Una de las primeras críticas que se realizaron a los partidos políticos fue por parte de los que cuestionaban que los individuos tengan que subordinarse a la organización o a sus líderes. Así, máximo representante de esta corriente de pensamiento fue Michels, que decía como no se podían desobedecer las órdenes del máximo dirigente, pues era pecar contra ellos mismos, en cuanto el líder recibía un reproche apelaba a que era el elegido por las masas, de tal forma que desautorizarle era prácticamente desobedecer a la divinidad.114

Otro grupo de críticas hacia los partidos proviene de aquellos que les critican no poder estructurar el voto como protagonistas políticos unificados, sobre todo hacia los partidos de masas, también criticados por su excesiva ideologización, puesto que anula cualquier tipo de libertad en el debate. También hay quien sostiene su redundancia o superación como actores políticos fundamentales.115 Esta teoría postula que fueron necesarios en un momento histórico concreto, de cara a la movilización de grupos de ciudadanos y su integración en la esfera pública, pero una vez obtenido su objetivo, carecen de sentido.116

Panebianco señala que uno de los factores de la crisis de los partidos es que no constituyen identidad colectiva de ningún tipo, así como su deterioro para seleccionar a las élites, de tal forma que las funciones que se les atribuyen tradicionalmente cada vez son ejercidas por otros actores. Su capacidad para determinar las políticas a llevar a cabo cada vez está más comprometida.117

Considera Núñez Encabo como “la sociedad es más dinámica que la política, porque a veces la respiración no va al mismo ritmo”.118 Probablemente, la evolución de los partidos políticos ha sabido adaptarse mejor a las dinámicas electorales que al propio progreso social, de tal forma que no han evolucionado de forma paralela. No parece en absoluto viable la desaparición de los partidos políticos, ni la completa sustitución en sus funciones por otros actores sociales o políticos, pero sí parece necesaria una adaptación de estos a la realidad, además de un componente de agregación de sus intereses con los de la ciudadanía, los cuales parecen cada vez más desligados de una forma clara.

Otro factor a tener en consideración es la pérdida de poder del poder legislativo frente al ejecutivo, pues cada vez parece más claro que es el verdadero encargado este último de tomar decisiones, en parte por la proliferación desbordante de su faceta legislativa. El Parlamento deja de ser centro de debate, y pasa a ser una mera excusa superficial para exponer posturas partidistas y que los diferentes grupos políticos defiendan en exclusiva sus propias posturas y critiquen las de sus rivales políticos, por supuesto sin el más mínimo componente de autocrítica, situación que pone de manifiesto el poder que han tomado los principales partidos en las democracias actuales.

No parece afortunado decir que los partidos no sean una realidad necesaria en las democracias actuales, pero la situación actual deja multitud de interrogantes, siendo necesaria la observación de la evolución futura tanto de los partidos como de las formas de representación.

1 URIARTE, E., Introducción a la Ciencia Política, Madrid, Tecnos, 2010, p. 239.

2 SÁNCHEZ DE DIOS, M., “Las Funciones del Derecho”, en Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, Madrid, Totta, 2012, p. 81-82.

3 SARTORI, G., Partidos y Sistemas de Partidos, Madrid, Alianza, 2009, traducción de Fernando Santos FOntenla, cit., p. 27.

4  ABREU FERNÁNDEZ, V., “Los Actores Políticos”, en Fundamentos de Ciencia Política, Madrid, McGraw-Hill, 1994, p. 199.

5 DELGADO SOTILLOS, I., y LÓPEZ NIETO, L., Comportamiento Político y Sociología Electoral, Madrid, UNED, 2008, p. 60-61.

6 WARE, A., Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, Madrid, Istmo, 2004, p. 25-26.

7 DELGADO SOTILLOS, I., y LÓPEZ NIETO, L., op. cit., p. 59.

8  MARTÍNEZ CUADRADO, M., en “Prólogo” a Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, Madrid, Totta, 2012, p. 9.

9 RUIZ DE AZÚA, M. A., “Actores y Dinámica Política”, en Fundamentos de Ciencia Política, Madrid, UNED, 2005, p. 227.

10 SARTORI, G., op. cit., p. 42-49.

11 COTARELO GARCÍA, R., en Los Partidos Políticos, Madrid, Sistema, 1985, p. 76, subraya como en todo el mundo un grado elevado de inestabilidad política puede suponer un considerable obstáculo para una consolidación de un sistema de partido, situación que provoca una proliferación de organizaciones políticas de todo tipo.

12  SARTORI, G., op. cit., p. 82-83.

13PANEBIANCO, A., Modelos de Partido, Madrid, Alianza, 2009, versión española de Mario Trinidad, p. 28-34.

14 WARE, A., op. cit., p. 31.

15 WARE, A., op. cit., p. 31-32.

16  URIARTE, E., op. cit., p. 241.

17 SARTORI, G., op. cit., p. 100. Dice textualmente HERNÁNDEZ BRAVO, J., “La Delimitación del Concepto de Partido Político. Las Teorías sobre el Origen y la Formación de los Partidos”; en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 33, como “la única definición posible de partido político es la que afirma que determinadas organizaciones de muy variada condición son percibidas como tales partidos y denominadas en consecuencia, mientras que otras no. Y que esas diferentes percepciones parecen depender muy estrechamente de que a esas organizaciones se les reconozca cierta posibilidad, expresa o latente, de actuar en la escena política o de participar activa o hasta pasivamente en procesos políticos”.

18 DOWNS, A., Teoría Económica de la Democracia, Madrid, Aguilar, 1973, traducción de Luis Adolfo Martín Merino, p. 27.

19 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 225-226.

20 MATAS DALMASES, J., “Los Partidos Políticos y los Sistemas de Partidos”, en Manual de Ciencia Política, Madrid, Tecnos, 2001, p. 322-323.

21 SÁNCHEZ DE DIOS, M., op. cit., p. 88.

22 SARTORI, G., Partidos y Sistemas de Partidos, op. cit., p. 64. Puede destacarse como las diferentes clasificaciones entre las funciones de los partidos suelen ser sólo de matiz. MARTÍNEZ SOSPEDRA, M., Introducción a los Partidos Políticos, Barcelona, Ariel, 1996, p. 24.

23 SARTORI, G., op. cit., p. 89-94.

24 COTARELO GARCÍA, R., op. cit., p. 111.

25 WARE, A., op. cit., p. 35-37.

26 DOWNS, A., op. cit., p. 30-31.

27 DUVERGER, M., Los Partidos Políticos, Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2002, traducción de Julieta Campos y Enrique González Pedrero, p. 15-23. Señala también como en los primeros tiempos, las sociedades secretas tuvieron un papel en la formación de los partidos, p. 25.

28 PANEBIANCO, A., op. cit., p. 108-112.

29 En cualquier caso, la ideología sí es un elemento absolutamente determinante en la fase de formación de los partidos, e influyen en las decisiones iniciales en matera de organización. PANEBIANCO, A., op. cit., p. 304.

30 ROMÁN MARUGÁN, P., “Los Partidos Políticos y las Ideologías”, en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 122.

31 VON BEYME, K., Los Partidos Políticos en las Democracias Occidentales, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1986, traducción de Luis López Guerra y Jaime Nicolás Muñiz, p. 80.

32 VON BEYME, K., op. cit., p. 125.

33 MAIR, P., en “Introducción” a Partidos y Sistemas de Partidos, de Giovanni Sartori, Madrid, Alianza, 2009, traducción de Fernando Santos Fontenla, p. 15.

34 WARE, A., op. cit., p. 63-84.

35 PANEBIANCO, A., op. cit., p. 433.

36 FERNÁNDEZ-LLEBREZ, F., “La Financiación de los Partidos Políticos: Evolución y Rasgos Principales”, en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 171.

37 Señalaba OSTRGORSKI, M., La Democracia y los Partidos Políticos, Madrid, Trotta, 2008, traducción de Antonio Lastra y Andrés Alonso Marcos, p. 35, como “democratizado sólo en apariencia, el sistema de partidos reduce las relaciones políticas a un conformismo meramente exterior. Este formalismo acentúa las debilidades inherentes al gobierno democrático y disminuye su fuerza”.

38  SARTORI, G., op. cit., p. 158-159.

39  MELLA MÁRQUEZ, M., “Los Sistemas de Partidos”, en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 197.

40 MAIR, P., op. cit., p. 13-15.

41 WARE, A., op. cit., p. 237-238. Señala, a su vez, una serie de características por las cuales los sistemas de partidos difieren entre sí, que son la medida en la que los partidos están implantados en la sociedad, su ideología, la postura ante la legitimidad del sistema y el número de partidos que lo componen, p. 239.

42 En cualquier caso, las tipologías de características de los partidos políticos carecen de capacidad explicativa. MONTERO, J. R., y GUNTHER, R., “Introducción: los Estudios sobre los Partidos Políticos”, en Partidos Políticos. Viejos Conceptos y Nuevos Retos, Madrid, Trotta, 2007, p. 30.

43  SARTORI, G., op. cit., p. 29 y 102. En cualquier caso, no cabe la posibilidad de una teoría única sobre el origen de los partidos. COTARELO GARCÍA, R., op. cit., p. 26.

44 Este modelo se adapta al partido en los cargos públicos de los regímenes liberales. MONTERO, J. R., y GUNTHER, R., op. cit., p. 39.

45  MARTÍNEZ SOSPEDRA, M., op. cit., p. 31.

46  Estos partidos priorizaban la “calidad” frente a la “cantidad”. MATAS DALMASES, J., op. cit., p. 324.

47  KATZ, R. S. & MAIR, P., “La Supremacía del Partido en las Instituciones Públicas”, en Partidos Políticos. Viejos Conceptos y Nuevos Retos, Madrid, Trotta, 2007, p. 103. Señala VALLÉS, J. M., Ciencia Política, Barcelona, Ariel, 2002, p. 346, como tienen alguna existencia residual en Europa, y como algunos partidos en Estados Unidos se siguen asemejando a este modelo.

48 DUVERGER, op. cit., p. 94-95.

49 DELGADO SOTILLOS, I., y LÓPEZ NIETO, L., op. cit., p. 65.

50 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 218-219. La consolidación de los partidos ingleses procede de la extensión del derecho de sufragio en 1832, como dice ABREU FERNÁNDEZ, V., op. cit., p. 201.

51  MATAS DALMASES, J., op. cit., p. 324.

52  OSTROGORSKI, M., op. cit., p. 24.

53 MANIN, B., Los Principios del Gobierno Representativo, Madrid, Alianza Editorial, 2206, versión de Fernando Vallespín, op. cit., p. 248.

54 GARCÍA GUITIÁN, E., “Problemas de Representación Política”, en Teoría Política: Poder, Moral, Democracia, Madrid, Alianza, 2003, p. 389.

55 MANIN, B., op. cit., p. 249.

56 MANIN, B., op. cit., p. 250-252.

57 SCHMITT, C., en Sobre el Parlamentarismo, Madrid, Tecnos, 2002, estudio preliminar de Manuel Aragón, traducción de Thies Nelsson y Rosa Grueso, p. 6, indica como el parlamentarismo era esencialmente un método para seleccionar los líderes políticos. ARAGÓN, M., en el “Estudio Preliminar” a esta obra, destaca como Schmitt critica al parlamentarismo tanto desde la perspectiva de éste como forma de gobierno como desde la de forma de Estado.

58 Este modelo se adapta al nexo entre el partido como conjunto de afiliados y el partido en la organización central. MONTERO, J. R., y GUNTHER, R., op. cit., p. 39.

59  GARCÍA GUITIÁN, E., op. cit., p. 389-390.

60  MANIN, B., op. cit., p. 252-253. La vinculación entre votantes y partidos será prácticamente “de la cuna a la tumba”, y se transmitirá de padres a hijos.

61  PANEBIANCO, A., op. cit., p. 497.

62 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 219.

63 DUVERGER, M., op. cit., p. 101.

64 MANIN, B., op. cit., p. 255. Aunque muchas veces los votantes no tenían claras las propuestas concretas de los partidos a los cuales votaban.

65 GARCÍA GUITIÁN, E., op. cit., p. 390.

66  MANIN, B., op. cit., p. 252 y 255.

67 MATAS DALMASES, J., op. cit., p. 324.

68 VILAS NOGUEIRA, J., “La Organización de los Partidos Políticos II”, en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 97.

69 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 220.

70 MANIN, B., op. cit., p. 262-264.

71 KATZ, R. S. & MAIR, P., op. cit., p. 107.

72 MANIN, B., op. cit., p. 264-266.

73 WARE, A., op. cit., p. 160.

74 Este modelo se adapta al papel de los partidos como organización. MONTERO, J. R., y GUNTHER, R., op. cit., p. 39.

75  KIRCHHEIMER, O., “El Camino hacia el Partido de todo el Mundo”, en Teoría y Sociología Críticas de los Partidos Políticos, Barcelona, Anagrama, 1980, traducción de Ignacio de Otto, p. 331-332.

76  WOLINETZ, S. B., “Más Allá del Partido Catch-All” en “Crisis y Cambios en los partidos catch-all, en Partidos Políticos. Viejos Conceptos y Nuevos Retos, Madrid, Trotta, 2007, p. 138.

77 VILAS NOGUEIRA, J., op. cit., p. 105.

78  SÁNCHEZ MEDERO, G., “Partidos Políticos: Organización y Funcionamiento”, en Partidos Políticos. Viejos Conceptos y Nuevos Retos, Madrid, Trotta, 2007, p. 131.

79  PUHLE, H. J., “Crisis y Cambios en los partidos catch-all”, en Partidos Políticos. Viejos Conceptos y Nuevos Retos, Madrid, Trotta, 2007, p. 72.

80 ABREU FERNÁNDEZ, V., “Los Actores Políticos”, op. cit., p. 228-229. Como dice KIRCHHEIMER, O., op. cit., p. 334, este modelo favorece a los grandes partidos.

81 KIRCHHEIMER, O., op. cit., p. 332.

82  RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 220-222.

83  Y las relaciones con los grupos de presión. ALCÁNTARA SÁEZ, M., “Las Tipologías y las Funciones de los Partidos Políticos”, en Curso de Partidos Políticos, Madrid, Akal, 2003, p. 51.

84  KATZ, R. S. & MAIR, P., op. cit., p. 111.

85 BARTOLINI, S., “Partidos y Sistemas de Partidos”, en Manual de Ciencia Política, Madrid, Alianza, 1988, versión española de Pilar Chávarri, Mª Luz Morán y Miguel Ángel Ruiz de Azúa, p. 244.

86 PANEBIANCO, A., op. cit., p. 489-490.

87 Señalan estos como los partidos tienden a actuar cada vez más en las instituciones públicas. KATZ, R. S. & MAIR, P., op. cit., p. 115. En cualquier caso, los cambios desde los años 70 no han sido sólo en los partidos, sino también en la forma de estudiarlos. WARE, A., op. cit., p. 576.

88  Sin embargo, las diferencias entre el modelo del partido de masas y este son mayores de lo que parecen a primera vista. PUHLE, H. J., p. 79.

89 PUHLE, H. J., op. cit., p. 88.

90  KATZ, R. S. & MAIR, P., op. cit., p. 11-113.

91 VON BEYME, K., op. cit., p. 15.

92 JORDANA, J., “La Acción Colectiva y las Asociaciones de Intereses”, en Fundamentos de Ciencia Política, Madrid, UNED, 2005, p. 291.

93 IBARRA, P. y LETAMENDÍA, F., “Los Movimientos Sociales”, en Manual de Ciencia Política, Madrid, Tecnos, 2001, p. 389-390.

94 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 232-233.

95 KERBO, H., Estratificación Social y Desigualdad, Madrid, McGraw-Hill, 2004, traducción de María Teresa Casado, p. 216.

96 PASQUINO, G., “Participación Política, Grupos y Movimientos”, en Manual de Ciencia Política, Madrid, Alianza, 1988, versión española de Pilar Chávarri, Mª Luz Morán y Miguel Ángel Ruiz de Azúa, p. 199.

97 JORDANA, J., op. cit., p. 292-293. Señala que esta integración de los grupos de presión es un enriquecimiento, pese a que podía ser un déficit en las democracias si no se encontrara una forma de canalizar los intereses que fuera adecuada.

98 Señala DE VEGA, P., en “Prólogo” a Los Grupos de Presión, de Rafael Rubio Núñez, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, p. 15, como “estructuras sociales tan complejas, con intereses tan dispares y con formas de actividad tan diferentes, difícilmente pueden ser domeñadas por el Derecho”.

99 RUBIO NÚÑEZ, R., Los Grupos de Presión, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, p. 146.

100 RUIZ DE AZÚA, M. A., op. cit., p. 234-239.

101 DE VEGA, P., op. cit., p. 14.

102 CAMINAL, M., “La Representación y el Parlamento”, en Manual de Ciencia Política, Madrid, Tecnos, 2001, p. 405-413.

103  BOBBIO, N., El Futuro de la Democracia, Madrid, Plaza y Janes, 1985, traducción de Juan Moreno, p. 57.

104 SARTORI, G., Elementos de Teoría Política, Madrid, Alianza, 2002, versión de Mª Luz Morán, p. 265.

105 Distingue SARTORI, G., Elementos de Teoría Política, op. cit., p. 207-208, entre partitocracia electoral (poder del partido para imponer al electorado) disciplinaria (poder para imponer una decisión del partido al electorado) o integral (representación partidista-sindical).

106  HERNÁNDEZ BRAVO, J., op. cit., p. 13.

107 POHLE, H. J., op. cit., p. 96.

108 MARTÍNEZ CUADRADO, M., y MELLA MÁRQUEZ, M., en “Introducción” a Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, Madrid, Totta, 2012, p. 24.

109  CAMPS, V., Introducción a la Filosofía Política, Barcelona, N. U., 2001, p. 101.

110 GARCÍA GUITIÁN, E., op. cit., p. 396-397.

111  DE FRANCISCO. A., “Teorías y Modelos de Democracia”, en Teoría Política: Poder, Moral, Democracia, p. 259.

112 BOBBIO, N., op. cit., p. 77.

113 DE VEGA, P. “Significado Constitucional de la Representación Política”, en Revista de Estudios Políticos, nº 44, 1985, p. 38.

114 MICHELS, R., Los Partidos Políticos 2, Buenos Aires, Amorrortu, 1984, traducción de Enrique Molina de Vedia, p. 22.

115 DELGADO SOTILLOS, I., y LÓPEZ NIETO, L., op. cit., p. 62-63.

116  DAALDER, H., ¿“Partidos Negados, Obviados o Redundantes? Una Crítica, en Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, Madrid, Totta, 2012, p. 63.

117 PANEBIANCO, A., op. cit., p. 500-501.

118 NÚÑEZ ENCABO, M., “Las Presiones de los Medios de Comunicación y de la Opinión Pública sobre la Administración de Justicia”, en Teoría y Práctica en la Interpretación y Aplicación del Derecho, Madrid, Colex, 1999, p. 144.