Como testigo propuesto por la defensa, declaró a través de una videoconferencia el compañero de clínica de la psicóloga imputada, el cual recalcó que “los niños, con esa edad, no mienten y no son capaces de inventar relatos que no han vivido”.
A favor de su compañero, el experto aseguró que durante los 18 años que había trabajado con ella nunca había tenido quejas de ningún cliente, “todo lo contrario, hace una labor espléndido, con niveles de satisfacción muy buenos e incluso los pacientes la llaman aunque no sea para consulta”. Con respecto al primer informe pericial elaborado sobre la menor en 1998, el testigo aclaró que le pidió a su compañera que le hiciese las pruebas psicoevolutivas pero que el documento fue redactado por él porque “tenía más experiencia”. Ya luego en 2003, sería la propia acusada la que trataría a la niña detectando en ella un “retraso psicoevolutivo y detectando los abusos. Los dos coincidimos en que, en el relato de la menor, había indicadores muy altos de fiabilidad”.
Ante las preguntas formuladas por la Fiscalía, la acusación y los abogados de la defensa sobre las contradicciones en las que recayó la menor cuando fue interrogada por el juez, el psicólogo sostuvo que “es normal que ante desconocidos la niña mintiese. Además, pudo decir que todo se lo habían contado sus familiares por una sobreactuación, es decir, para dar una imagen social aceptada”. Sobre si en algún momento habían consultado al padre sobre las conductas que presentaba la niña estando con él, “no lo consideramos pertinente”, sentenció el testigo.